President Jose Ramos-Horta at the 16th World Summit of Nobel Peace Laureates

INTERVENCIÓN 
DE J. RAMOS-HORTA 
EN LA CUMBRE DE

PREMIOS NOBEL DE LA PAZ

BOGOTA, 2 AL 5 DE FEBRERO DE 2017

Sr. Presidente Juan Manuel Santos,

Señores Presidentes,

Señor Alcalde Mayor de Bogotá,

Estimados Premios Nobel de la Paz,

Estimados Miembros del Gobierno y Miembros del Congreso,

Distinguidos Embajadores y Representantes de las Organizaciones

Multilaterales y Regionales,

Estimada Presidente de la Cámara de Comercio de Bogotá y Secretariado

Permanente de los Premios Nobel, organizadores de la Cumbre.

Hace casi 20 años que por la primera vez estuve en suelo Colombiano

cuando mis servicios fueran solicitados por UNICEF y amigos de la

sociedad civil Colombiana para dialogar con el ELN y intentar la liberación

de 15 rehenes jóvenes. Fue una experiencia muy rica la cual me introdujo

un poco en la realidad de Colombia y, positiva porque logramos que las

niñas fueran liberadas sin pagar ninguna clase de rescate. Vuelvo 20 años

después a un País muy diferente, las armas han callado, la Paz ahora es

una posibilidad real.

Hermanos colombianos, son ustedes los que van a construir su propio

modelo de reconciliación y de justicia. La paz tiene que ser construida

paso a paso, ladrillo a ladrillo, en el hogar, en comunidades, escuelas y en

toda la nación. No hay atajos para la paz, se debe ser determinados y

pacientes.

Sé cuán difícil es perdonar y reconciliarse con aquellos que asesinaron a

nuestros hermanos, violaron a nuestras hermanas, torturaron a nuestros

parientes, desaparecieron a nuestros hijos. Es cierto. Cuanto más tiempo

dure un conflicto, más profundas serán las cicatrices del alma y, por lo

tanto, más difícil será borrar las pesadillas, los recuerdos, el dolor y todo

aquello que vimos, que sentimos. Y no hay otra manera: tenemos que

continuar con la vida, reconstruirnos y esto no lo podemos hacer si

estamos obsesionados con el deseo de venganza o consumidos por la ira.

Esta es una oportunidad única para que la paz sea una realidad en

Colombia luego de más de 50 años de conflicto. Y, a quienes no

comparten lo definido en los Acuerdos, les pido que le den un tiempo de

gracia, luego podrán empezar a ver, a sentir las bondades de lo que

significa vivir en paz.

En Timor-Leste, tuvimos una experiencia diferente. En primer lugar, el

conflicto no fue una guerra civil entre hermanos. Fue una invasión y

ocupación de 24 años por una fuerza exterior. Pero hubo la complicidad

activa de muchos de nuestros compatriotas. Por eso el proceso de paz y la

reconciliación fue diferente. Fue una reconciliación entre la mayoría que

venció la batalla política y diplomática y logró la independencia de nuestro

País y la minoría que colaboró con el poder ocupante. Y al mismo tiempo,

sin reservas, el liderazgo Timorense optó por el diálogo, la reconciliación y

normalización de las relaciones con Indonesia.

Así que para aquellos en Colombia que no confían en el proceso de paz,

les digo: es comprensible. No se puede esperar que todos los habitantes

de un país se sientan de la misma manera, no todos han sentido la guerra

con la misma intensidad. No todos han sido víctimas directas del conflicto.

Conocemos que todos los presidentes, en estos más de 50 años de

conflicto, buscaron por todos los medios terminar con la guerra. Algunas

veces se avanzó, otras no tanto. Este gobierno lo logró y habiendo sido el

ideal de todos los anteriores gobernantes, el camino noble a seguir es

respaldar este proceso.

Es entendible que no todos los acuerdos puedan quedar bien diseñados,

pero ¿se imaginan lo que sería lograr la bendición de 50 millones de

colombianos? Hablar de reconciliación después de tantos sufrimientos es

algo que parece impensable y esto es normal.

Por eso la petición de nosotros aquí reunidos y de toda la comunidad

internacional que ha acompañado y seguirá acompañando este proceso,

es que nos demos la oportunidad de disfrutarla, con todos los tropiezos

que pueda encontrar, es normal, es obra de humanos, pero deben

entender que en esto ha prevalecido la buena fe y mucha voluntad.

Si se necesitó coraje para hacer la guerra, también se necesita para lograr

la paz. Por eso nuestras felicitaciones muy sinceras al pueblo Colombiano,

al Presidente Santos por su visión y determinación y a todos sus

colaboradores. Felicitaciones a los líderes de las FARC que con coraje

aceptaron el desafío de la paz. Y no olvidemos a las naciones que

acompañaron y respaldaron este proceso complejo y exitoso.

JOSÉ RAMOS-HORTA PREMIO NOBEL DE PAZ 1996